Aire, aire. Nada más liviano, nada más necesario. Eternamente suspendido sobre nosotros, es al aire donde van a parar los suspiros, las risas y los lamentos sordos. Las palabras del hombre, sus movimientos y sus gestos, se esconden en su transparencia, se pierden en él desde que el mundo es mundo. Ese susurro imperceptible y místico suele recobrar la vida en las maderas de un abanico, que actúa al recibirlo como un bálsamo purificador. El abanico se mueve, y al moverse descifra las claves
del destino, despliega su lenguaje secreto y convierte el aire en brisa, en un soplo apaciguador que purifica y bendice los espíritus sofocados.

La existencia del abanico se antoja casi tan antigua como la existencia del aire mismo. Sería, en principio, una hoja de aquellos árboles inmensos que se han perdido en los calendarios de la evolución. Porque los abanicos evolucionan, como evoluciona todo. Tony Carbonell, artista llegado desde los aires caribes, convierte ahora al abanico en un soporte artístico dominado por el color y el calor, por las reminiscencias de dos orillas lejanas pero cercanas en el sentir.

Son sus abanicos una muestra de sincretismo cultural, en los que se puede encontrar igual una mulata de sugerentes contoneos como el drama de una obra de Shakespeare o Lorca, lacerías mozárabes y temáticas afrocubanas, ángeles pensativos y orishas protectores, elementos fantásticos y toques clásicos. Los aires que insufla Tony Carbonell a sus abanicos hablan de amor y de pasión, se convierten en puñales o iluminan rincones, adoptan las formas elegantes del pavo real y las de las vidrieras dieciochescas, se disfrazan para una comedia y se hacen sombríos cuando rozan la tragedia.

Con mimo de amante, meticulosidad de entomólogo y maneras de alquimista, Tony Carbonell entremezcla colores y materiales hasta componer obras que son únicas e irrepetibles, enjugadas por la miel de su isla y la sal de los aires gaditanos. La aparentemente simple ingeniería del abanico es aprovechada por el artista hasta sus últimos extremos, componiendo un panorama amplio y versátil que, sin embargo, no hace que se pierda la esencia funcional del objeto: proporcionar un soplo de aire fresco a aquellos que lo necesiten. Como él mismo, Tony Carbonell, actor, pintor, gran artista, proporciona con su presencia.


Aida R. Agraso

Exposición de abanicos de Tony Carbonell.
Ayuntamiento de El Ejido. Festival de Teatro de El Ejido, Almería. España 2003